domingo, 30 de mayo de 2010 | By: Syan

A dar un paseo

Muchos nos encontramos vacacionando en éste tiempo, contemplando paradisiacas playas, frondosos bosques, visitando centros nocturnos cuidándonos de los excesos... sin embargo, llega el momento en que la monotonía se apodera de los días, llevando a nosotros una actitud apática y por consecuencia tenemos grandes bostezos o contamos los mosaicos en la pared de la cocina.




La caja idiotizante tampoco ayuda demasiado, las mismas películas, los mismos conductores, siempre la misma basura. ¿Qué hacer? ¿A dónde ir?




Lo primero que se me ocurre es: ¡¡¡SAL A CAMINAR!!! pasea por tu ciudad, conoce el centro histórico, visita una plaza por donde siempre pasas pero que nunca has "explorado", llama a tus amigos/colegas y salgan para ver lo que encuentran, museos, conciertos, exposiciones, toma un café en algún lugar donde no lo has hecho antes, pide a alguien que te enseñe lo que sabe: algo de jardinería, mecánica, cocina, lo-que-sea... pero no te quedes sentado mirando la televisión.




¡¡¡SUERTE!!!



Syan
domingo, 23 de mayo de 2010 | By: Syan

Por una cabeza

Antes de que las hirvientes lágrimas corran por mis mejillas, quiero cerrar los ojos un momento y disfrutar ése instante en mi recuerdo, evocando a mi memoria la grandeza de la música que inspira corazones y calma los agitados sentimientos abrumadores siendo el mejor medio de expreción puesto que no es necesario transcribirla a otro idioma para que surta un efecto, como aquél título "caldo de pollo para el alma" pero sin lo deprimente de la auto-ayuda.

Un trío melódico que se conforma por violín, arpa y cello.

Tango, el segundo tango del tintero, con música de Carlos Gardel



Hasta otra vez.

Deportes ¬ ¬

¿Qué puedo decir hoy? El deporte de balon-pie es en absoluto un distractor nacional, sin embargo es ya decir demaciado cuando de un lado de la calle está una pantalla frente a una muchedumbre que observa a 22 tipos preocupados por una pelota mientras en la acera paralela se encuentra un violinista ejecutando el tango "Por una cabeza".

¿Cómo se atreve la gente a reclamar que el país se estanca, cuando lo más que captura su atención es una caja idiotizante?

Yo no entiendo el sentir de la población en general, más bien comprendo medianamente la de los artístas, pensadores e intelectuales. En momento alguno he dicho que deba ser censurado cualquier espectáculo que no estimule creativamente a las personas, pero ¡¡por la novena sinfonía de Beethoven!! ¿¿encerrar la propia mente en una actividad tan desalentadora para la escencia humana??

Ahora me voy para preparar una refrescante limonada, buscando alguna idea vaga que me permita cambiar al mundo... no importa si el cambio es mínimo, debo empezar por algo, debemos empezar por algo.
miércoles, 19 de mayo de 2010 | By: Syan

Poesía para una tarde nublada

La Novia del Mar.
(The Bride of the Sea, Howard Phillip Lovecraft.)


Negro telar de riscos, tierras altas detrás de mí,
Oscuras son las arenas de la distante costa;
Sombríos son los caminos rocosos que me recuerdan
Con tristeza los días perdidos en el Nunca Más.

Suaves, las olas del océano acarician las rocas,
Dulce y familiar es aquel sonido hondo;
Aquí, con su cabeza sobre mi hombro
He caminado con Unda, La Novia del Mar.

Brillante fue la aurora de mi juventud cuando la conocí,
Dulce como la brisa que sopla sobre la hierba.
Rápido fui capturado en las más sólidas cadenas del Amor,
Era feliz estando aquí, y Ella era feliz conmigo.

Nunca le pregunté por dónde había vagado,
Nunca me preguntó por mi pasado:
Felices como niños: no pensamos ni soñamos,
Sólo disfrutamos de la abundancia de la tierra y el océano.

Cuando la luz de la luna tocó su suave melodía,
Alta en el acantilado, sobre las aguas que contemplamos,
Su cabello fue atado con una guirnalda de sauces,
Desplumado en la fuente de un bosque encantado.

Extrañamente, ella miraba aquel vaivén repentino,
Deslumbrada ante la luz, encantada por el sonido:
Entonces las olas de salvaje aspecto la reclamaron,
Severas como el océano y crueles como la noche.

Fríamente ella me dejó, sorprendido y llorando,
De pie, en soledad, entre las legiones que ella bendijo:
Hacia abajo, siempre abajo. A medias cayendo, a medias volando,
La dulce Unda robó los secretos malditos del mar.

La calma creció sobre las aguas, y los azotes tumultuosos
Fueron un monótono balanceo mientras Unda, la Hermosa,
Pasó por las arenas húmedas con afectuoso saludo,
Oculta para mí, ya nunca estuvo allí.

Largos años vagué por las rocas donde ella se desvaneció,
Altas lunas ascendieron y cayeron otra vez.
Gris rompió el alba hasta que la triste noche fue desterrada,
Mi corazón permaneció allí, con su infinito dolor.

He recorrido el amplio mundo en busca de mi amada;
Vagué por el lejano desierto y las distantes aguas.
Hasta que sobre una ola, mientras la tormenta rugía,
Vislumbré un rostro que me embargó de calma y felicidad.

Nunca en mi inquietud he tropezado
Al buscar los pálidos destellos de mi camino.
Ahora me he extraviado donde las olas tiemblan,
De vuelta en el escenario del ayer abandonado.

¡Mira! La luna se alza roja sobre las brumas del mar,
Se eleva en una ominosa grandeza, digna de contemplar;
Extraño es su rostro, como mis torturados ojos que ven
Sobre el inabarcable reflejo de la luz y el azul.

Directo desde la luna, hasta la orilla donde estoy suspirando,
Surge un puente brillante, hecho de anhelos y diamantes.
Frágil puede ser, pero qué sencillo resulta intentarlo:
Vagar desde la tierra hasta el orbe de los sueños olvidados.

¿Qué rostro aparece bajo el luctuoso ojo de la luna?
¿He encontrado por fin a la doncella que huyó?
Sobre el puente delicado mis pasos se acercan,
Su fantasma de ternura acelera mi marcha.

Las corrientes me rodean, y suave me balanceo,
Lejos, sobre el sendero de la luna finalmente la veo.
Impaciente, a medias cayendo, a medias rezando,
Avancé hasta alcanzar aquella visión de la Gracia.

Las aguas murmurantes se cierran sobre mi,
Suave, la visión se acerca con ternura.
Mis hechos han concluido. Mi corazón reposa sin lugar,
A salvo eternamente con mi amada: La Novia del Mar.


Howard Phillip Lovecraft.
jueves, 13 de mayo de 2010 | By: Syan

Una probada bastará

¿Quién lo diría? Las palabras parecieran oponer una resistencia casi activa a ser escritas por mí en un orden coherente... sin embargo, eso no es factible [-sí lo es-] (-solo si las palabras me odiaran y no quisieran ser escritas por mí-) [-¡Bingo!-]

Es mediante una buena historia que éste día acepta la inspiración llegar al tintero.

Chocolat es una fábula en clave de comedia acerca de cómo puede cambiar una persona, una relación, una ciudad, tan sólo con probar un poco los placeres de la vida. Es un cuento sobre la tentación, la represión y los liberadores poderes de los sentidos: la simpática historia sobre la creciente guerra que se desencadena en una pequeña población debido a la pasión y a los temores que se generan en los habitantes tras la aparición de una tienda de chocolates y bombones.

Evidentemente no puede faltar la belleza en ésta película, a cargo de la fabulosa actriz Juliette Binoche, y ya que un personaje como el que es ella no podía estar al lado de cualquier sujeto, tenemos también a Johnny Depp... y a Pantufla, el canguro de la hija de Vianne (Juliette).

Ah, si, por cierto, aquí está la música original de la película.





Dirección: Lasse Hallström.
Paises: USA/Reino Unido.
Año: 2000.
Duración: 121 min.
Interpretación: Juliette Binoche (Vianne Rocher), Lena Olin (Josephine Muscat), Johnny Depp (Roux), Judi Dench (Amande Voizin), Alfred Molina (Conde de Reynaud), Peter Stormare (Serge Muscat), Carrie-Anne Moss (Caroline Clairmont), Leslie Caron (Madame Audel), John Wood (Guillaume Bierot), Hugh O'Connor (Pere Henri).
Guión: Robert Nelson Jacobs; basado en la novela de Joanne Harris.
Producción: David Brown, Kit Golden y Leslie Holleran.
Música: Rachel Portman.
Fotografía: Roger Pratt.
Montaje: Andrew Mondshein.
Diseño de producción: David Gropman.
Dirección artística: John Frankish, Louise Marzaroli y Lucy Richardson.
Vestuario: Renée Ehrlich Kalfus.
Decorados: Stephanie McMillan.
Dirección de producción: Ginette Mejinsky.
miércoles, 12 de mayo de 2010 | By: Baryshnikov

Un problema frutal

Ahora resulta que el en blog hay mucho que leer... eso es bueno, pero ¡ah! cómo hay gente que no gusta de las letras.

He conversado mucho con Syan en éstos días, considerando si dada una doble personalidad puede darse el caso de que cada una de esas personalidades tenga una doble personalidad, por lo que tendríamos 6 en una o algo por el estilo; sin embargo desde hace unos días he visto a Syan más perturbado de lo normal y a ello dedico mi presente entrada.

martes, 11 de mayo de 2010 | By: Syan

Una bella dama de hierro

¿Quién no quisiera terminar en los brazos de una dama... de hierro? [- Yo -] (-era una pregunta retórica, no tenías que contestarme -) [- ¿Y? -] (- olvídalo -)


Para torturar,había otros artilugios como la doncella de hierro,esos ataúdes que eran piezas de exquisita artesanía por fuera y por dentro. Por fuera por la gran cantidad de grabados y relieves que adornaban su superficie; por dentro, la espectacular colección de pinchos, dirigidos a puntos concretos del cuerpo, que se iban clavando lentamente sobre el inquilino, a medida que se cerraba la puerta. Los clavos eran desmontables, con lo que se podían cambiar de lugar, con el fin de poseer un amplio abanico de posibles mutilaciones y heridas que daban lugar a una muerte más o menos lenta.

Lo que me continúa pareciendo interesante es que son humanos quienes construyen todos estos métodos de tortura para herir a otros humanos... es en verdad un tema fascinante.


lunes, 10 de mayo de 2010 | By: Syan

Un relato... una tumba

El chico que amaba una tumba
(The Child Who Loved a Grave; Fitz James O'Brien (1828-1862))

Muy lejos, en el corazón de un país solitario, había una vieja y solitaria iglesia. En su patio ya no se enterraba a los muertos, pues había dejado de funcionar hacía mucho tiempo; su pasto crecido alimentaba ahora a algunas cabras salvajes que trepaban el muro ruinoso y vagaban por el triste desierto de tumbas. El camposanto estaba bordeado de sauces y cipreses sombríos; y su oxidado portón de hierro, rara si alguna vez abierto, crujía cuando el viento agitaba sus bisagras, como si alguna alma perdida, condenada a vagar por siempre en ese lugar desolado, sacudiera los barrotes y se lamentara de su terrible prisión.

En este cementerio había una tumba distinta a las demás. La lápida no llevaba nombre, pero en su lugar aparecía la rara escultura de un sol saliendo del mar. El sepulcro era muy pequeño y estaba cubierto de una espesa capa de retama y ortigas; uno podría suponer por su tamaño que correspondía a un niño de pocos años.

No lejos del lugar vivía con sus padres un chico en una casita triste; era un chico soñador, de ojos negros, que nunca jugaba con los otros niños del barrio, él amaba correr por los campos, recostarse a la orilla del río, mirando caer las hojas y enrularse las aguas, y los lirios que mecían sus blancas cabezas al compás de la corriente. No era de asombrarse que su vida fuera triste y solitaria, ya que sus padres eran personas crueles y salvajes que bebían y discutían todo el día y toda la noche; los ruidos de sus peleas llegaban en las cálidas noches de verano hasta los vecinos que vivían en la aldea bajo la colina.

El muchachito se aterrorizaba con estas horribles disputas y su alma joven se encogía cada vez que escuchaba las maldiciones y los golpes resonando en la mísera casa, así que solía escaparse a los campos donde todo lucía tan calmo, tan puro, y hablar con los lirios en voz baja como si fueran sus amigos. De este modo dio un día con el viejo cementerio y empezó a caminar entre las lápidas cubiertas de maleza, deletreando los nombres de las personas que había partido de la tierra años y años atrás.

Por algún motivo, la pequeña tumba anónima y olvidada atrajo su atención más que las otras. El extraño agregado del sol naciendo del mar era para él una fuente perpetua de misterio y asombro, y así, fuera de día o de noche, cuando la furia de sus padres lo espantaba de su casa, solía dirigirse allí, echarse entre la maleza espesa y pensar en quién podría estar enterrado debajo. Con el tiempo su amor por la pequeña tumba creció tanto, que la adornó según su gusto infantil. Arrancó las retamas y ortigas y la maleza que crecía sombríamente sobre la piedra, y recortó el pasto hasta que empezó a crecer espeso y suave como la alfombra del cielo. Después trajo pimpollos de las lomas verdes, de los caminos de rocío donde los espinos llueven sus flores blancas, rojas amapolas de los maizales, campanillas azules del corazón del bosque y las plantó alrededor de la tumba. Con las ramas flexibles del mimbre plateado trenzó un simple cerco alrededor y raspó el moho que se arrastraba sobre la lápida, hasta que la pequeña tumba se vio como si fuera la de una bella hada. Entonces estuvo contento. Durante los largos días de verano, gustaba de echarse allí, aferrando con sus brazos el hinchado montículo, mientras un viento suave de voluntad cambiante jugaba sobre él y tímidamente levantaba sus cabellos. Del otro lado de la colina le llegaban los gritos de los chicos de la aldea jugando; a veces alguno de ellos venía y le proponía sumarse al juego; pero él lo miraba con sus calmos ojos negros y le respondía gentilmente que no; el muchacho impresionado se iba en silencio y susurraba con sus compañeros sobre el chico que amaba una tumba. Era cierto, él amaba aquel cementerio más que cualquier juego. La quietud del lugar, el aroma de las flores salvajes, los rayos dorados cayendo por entre los árboles y jugueteando en la hierba eran delicias para él. Permanecía horas recostado boca arriba contemplando el cielo de verano, mirando navegar las nubes blancas y preguntándose si serían las almas de buenas personas yendo a casa en el cielo. Pero cuando las nubes negras de la tormenta se acercaban llenas de lágrimas apasionadas y reventaban con ruido y fuego, pensaba en sus malos padres en casa y giraba sobre la tumba, presionando su mejilla contra ésta como si fuera su hermano mayor. Así el verano se convirtió en otoño. Los árboles estaban tristes y temblaban al acercarse el tiempo en que el viento feroz les arrebataría sus capas y las lluvias y las tormentas golpearían sus miembros desnudos. Los pimpollos se pusieron pálidos y se marchitaron, pero en sus últimos momentos parecieron mirar sonrientes al chico como diciendo: “No llores por nosotros, volveremos el año que viene”. Pero la tristeza de la temporada lo invadió mientras se acercaba el invierno y a menudo mojaba la pequeña tumba con sus lágrimas y besaba la piedra gris como uno besaría a un amigo que está a punto de partir.

Una tarde, casi al fin del otoño, cuando los árboles se veían marrones y severos y el viento sobre la colina parecía aullar malignamente, el chico, sentado junto a la tumba, escuchó chirriar la vieja puerta girando sobre sus oxidados goznes, y mirando por sobre la lápida vio acercarse una extraña procesión. Allí había cinco hombres: dos llevaban entre ellos lo que parecía ser una caja larga cubierta con un paño negro, otros dos llevaban picas en sus manos y el quinto, un hombre alto de rostro consternado envuelto en una capa larga caminaba a la cabeza. Cuando el muchachito vio andar a estos hombres de un lado a otro por cementerio, tropezando con lápidas medio enterradas o parándose a examinar las escrituras semiborradas, su corazoncito casi dejó de latir y se encogió detrás de la piedra gris con la rara escultura, lleno de terror.

Los hombres caminaban de un lado a otro, con el hombre alto a la cabeza, buscando concienzudamente entre el pasto y de vez en cuando parando a consultar entre ellos. Finalmente el líder giró y caminó hacia la pequeña tumba y, agachándose, se puso a mirar la lápida. La luna acababa de levantarse y su luz bañaba la peculiar escultura del sol saliendo del mar. Entonces el hombre alto le hizo señas a sus compañeros. “La encontré” dijo “aquí está”. Los demás se acercaron al escucharlo y los cinco hombres quedaron parados mirando la tumba. El pequeño detrás de la piedra no podía respirar. Los dos hombres que llevaban la caja la apoyaron en el pasto y quitaron el paño negro, con lo que el chico vio un pequeño ataúd de ébano brillante con adornos plateados y en la cubierta, labrada también en plata, la escultura de un sol saliendo del mar, y la luna brilló sobre todo esto.

“Ahora, ¡a trabajar!” dijo el alto y al momento los dos que llevaban picas las clavaron en la pequeña tumba. El chico pensó que se le rompería el corazón y ya no se pudo contener, se arrojó sobre el montículo y exclamó sollozando: “¡Oh, señor! ¡No toquen mi pequeña tumba! ¡Es lo único que tengo en el mundo para amar! No la toquen, pues todo el día me recuesto aquí y la abrazo y es como si fuera mi hermano. La cuido y mantengo el pasto cortito y grueso, y les prometo que si me la dejan el año que viene plantaré aquí las más bellas flores de la colina.”

“¡Calla, muchacho, eres un tonto!' respondió el hombre serio. 'Es una tarea sagrada la que debo realizar, el que yace aquí era un chico como tú, pero de sangre real, y sus ancestros descansan en palacios. No corresponde que huesos como los suyos reposen en un terreno común y corriente. Del otro lado del mar los espera un lujoso mausoleo, y he venido a llevarlos conmigo para depositarlos en bóvedas de pórfido y mármol. Quítenlo, hombres, y sigan con su trabajo.” Los hombres forcejearon y arrastraron al chico, lo dejaron cerca sobre el pasto, sollozando como si se le rompiera el corazón, y cavaron en el montículo. A través de sus lágrimas vio cómo juntaban los blancos huesos y los ponían en el ataúd de ébano; escuchó la tapa cerrarse y vio las palas volviendo a poner la tierra negra en la tumba vacía; se sintió robado. Los hombres levantaron el ataúd y se fueron por donde habían venido. El portón chirrió una vez más sobre sus goznes y el chico quedó solo.

Regresó a su casa en silencio, vacío de lágrimas y pálido como un fantasma. Cuando se acostó en su cama llamó a su padre y le dijo que iba a morir. Le pidió que lo enterraran en la pequeña tumba que tenía una lápida gris con un sol naciendo del mar esculpido. El padre rió y le dijo que se durmiera; pero cuando llegó la mañana el chico estaba muerto.

Lo enterraron donde él había deseado y cuando el césped estuvo alisado y el cortejo fúnebre se retiró, esa noche apareció una nueva estrella en el cielo para cuidar la pequeña tumba.

Howl´s Moving Castle

Un castillo, un mundo donde la mágia existe, una bruja Calamidad que adora los corazones jóvenes... tantas cosas reunidas en una sola película ambientada con perfecta música y dirigida por Hayao Miyazaki ¿Qué más se puede pedir? ¿Romance? ¬¬ deacuerdo, algo de romance y el amor de la vida de alguien se emanora de alguien más, pero el corazón cambia.

Para muestra, el tema de la película







Si necesitas más referencias, aquí las tienes

Ficha Técnica

Director: HAYAO MIYAZAKI
Productor: RICK DEMPSEY, NED LOTT, TOSHIO SUZUKI
Guión: HAYAO MIYAZAKI
Basada en la novela de Diana Wynne Jones
Edición: TAKESHI SEYAMA
Música: JOE HISAISHI, YOUMI KIMURA
País de Origen JAPÓN
Idioma JAPONÉS
Duración 119 MINUTOS

Ficha Artistica

Sofi CHIEKO BAISHO
Hauru TAKUYA KIMURA
Arechi no Majo AKIHIRO MIWA
Marukuru RYUNOSUKE KAMIKI
Koshô MITSUNORI ISAKI
Kakashi no Kabu YO OIZUMI
Kokuô AKIO ÔTSUKA
sábado, 8 de mayo de 2010 | By: Syan

Ya hacía falta

¡Qué felicidad! [-que patético-] (-cállate-) [-tú cállate-] (-¿y yo por qué?-) [-porque quiero que te calles-] (-como decía hace un momento...-) ¡Qué felicidad! De entre todo lo existente, la música es lo que más nos gusta [-¿a quiénes?-] (-a ti y a mi-) [-¿y tu quién te crees para hablar por mi?-] (-me creo quien soy, porque Soy-) [-esa es una buena respuesta, continúa-]
por lo mismo, quiero dar a conocer una pieza muy bella interpretada en un instrumento de madera llamado Contrabajo, acompañado de un Piano. Vale la pena, escúchala.





Una palabra

Hoy me encuentro más meditabundo de lo normal, por lo que aún cuando eso no tiene relación como premisa a la conclusión que daré, así que entonces dejaré un poema.

No pretendo escribir un preámbulo que ambiente una situación adecuada, puesto que las palabras John Clare son suficiente para ello.


Una invitación a la eternidad.


Vendrás conmigo, dulce doncella,
Vendrás conmigo, confiésalo princesa,
A los profundos valles de la sombra,
Donde brilla la oscuridad de las estrellas;
Donde el camino pierde su rumbo,
Donde el sol se olvida del día,
Donde la luz es siempre sombría,
¡Dulce doncella, que aquel sea nuestro mundo!

Allí las piedras se hunden bajo la corriente,
Las plantas se elevan incandescentes,
La vida se desvanece como una visión efímera
Y las montañas se oscurecen en grutas eternas,
Decid, doncella ¿vendrás conmigo
Por esta tristeza sin identidad,
Donde los amores no nos recuerdan.
Donde los amigos viven en el olvido?

Confiésalo, doncella ¿vendrás conmigo
Por esta extraña muerte que ha de ser vida,
A vivir en la muerte y ser la misma,
Sin hogar, sin nombre, sin destino,
A ser sin jamás ser,
-Aquello que fue y no será-
Viendo las cosas pasar como sombras,
Con el cielo arriba, debajo, dentro,
Yaciendo en torno a nuestro silencio?
jueves, 6 de mayo de 2010 | By: Baryshnikov

Algo debe tener Gran Bretaña...

Eso es un hecho, pues la gente de Gran Bretaña y Reino Unido tiene una extraña tendencia por necesitar religiones un tanto... peculiares y muy llamativas.


Eso quedó evidenciado hace unos años, cuando la gente pidió que los Jedi fueran una religión aceptada. Ahora en busca de nuevas epifanías, los fans de bandas como Iron Maiden, Judas Priest, Manowar, Megadeth, Metallica, Simphony X y otras muchas agrupaciones, decidieron unirse y solicitar que al heavy metal se le considere una religión oficial.


Realmente no me gustaría ser el oficial de gobierno que tiene que tomar a consideración esa decisión y enfrentar la furia de sus jefes, o a la turba enardecida de metaleros rechazados; pero yo si me apunto a esta cruzada musical, pues el heavy metal es una forma de vida... y si no lo es, pues por lo menos suena perfectamente bien.
domingo, 2 de mayo de 2010 | By: Syan

Para niños no tan niños

“La luz de la imaginación va más allá de la decadencia”

“Había envuelto el castillo en una ilusión de ruinas que lo hacían invisible a la vista de los mortales. Desde el páramo, el castillo no parecía más que un laberinto de piedras antiguas y unos cuantos muros altos y sin techo, cubiertos de liquen y hiedra…”

Así comienza el libro “El Gigante de la Historia” de Brian Patten, donde un… gigante [-algo anciano-] (- pero no senil -) sufre al no encontrar la única historia que no ha logrado almacenar desde el inicio del mundo. Cuando el Hombre se paseaba en taparrabo, el Gigante era ya un ser dotado de razón, que reunía todas las historias existentes, se nutría de ellas, las reinventaba y así regresaban más frescas y vivas; vivía de ellas, y ahora la historia faltante le acercaba a la muerte con su ausencia…

Es sinceramente uno de mis libros favoritos, perfecto para ser degustado antes de dormir, para todo público [-¿También para morros?-] (-no, un morro es un peñasco o porción de tierra… por favor abre un diccionario-) e incluso para los lectores más exigentes: los niños. ¿Qué es de un libro si no puede susurrar su historia en los oídos de un niño?

Me voy, no sin antes entregarte un consejo: Si ves una tabla con letras, pasa de ella, sobre todo si tiene un triangulo que se mueve sólo.