viernes, 3 de septiembre de 2010 | By: Syan

De poesía náhuatl

Canto triste de Cuacuauhtzin

Flores con ansia mi corazón de sea.
Que estén en mis manos.
Con cantos me aflijo,
sólo ensayo cantos de la tierra.
Yo Cuacuauhtzin, con ansia deseo las flores,
que estén en mis manos,
yo soy desdichado.

¿A dónde en verdad iremos
que nunca tengamos que morir?
Aunque fuera yo piedra preciosa,
aunque fuera yo oro,
seré fundido,
allá en el crisol seré perforado.Sólo tengo mi vida,
yo, Cuacuauhtzin, soy desdichado.

Tu atabal de jades,
tu caracol rojo y azul así los haces ya resonar,
tú, Yoyontzin.
Ya ha llegado,
ya se yergue el cantor.
Por poco tiempo alegraos, vengan a presentarse aquí
los que tienen triste el corazón.
Ya ha llegado,
ya se yergue el cantor.

Deja abrir la corola a tu corazón,
deja que ande por las alturas.
Tú me aborreces,
tú me destinas la muerte.
Ya me voy a su casa,
pereceré.
Acaso por mí tú tengas que llorar,
por mí tengas que aflijirte,
tú, amigo mío,
pero yo ya me voy,
yo ya me voy a su casa.
Sólo esto dice mi corazón,
no volveré una vez más,
jamás  volveré a salir sobre la tierra
yo ya me voy, me voy a su casa.

Sólo trabajo en vano,
gozad, gozad, amigos nuestros.
¿No hemos de tener alegría,
no hemos de conocer el placer, amigos nuestros?
Llevaré conmigo las bellas flores,
los bellos cantos.
Jamás lo hago en el tiempo del verdor,
sólo soy menesteroso aquí,
sólo yo, Cuacuauhtzin.
¿No habremos de gozar,
no habremos de conocer el placer, amigos nuestros?
Llevaré conmigo las bellas flores,
los bellos cantos.



Cuacuauhtzin de Tepechpan fue el autor náhuatl (evidentemente) del cuícatl que apreciamos antes de llegar a ésta información; la mayor parte de su vida se desarrolló en la primera parte del siglo XV. Los historiadores lo señalan como señor de Tepechpan y leal súbdito de Nezahualcóyotl, sin embargo también lo enmarca una sombría historia tras la cual se devela el por qué compuso el Canto Triste, única obra de él que ha llegado a nosotros.
Se cuenta que en el año 1440, a Cuacuauhtzin le fue entregada en su palacio la joven Azkalxóchitzin como prometida, sin embargo por aquellos días el gran gobernante Nezahualcóyotl los visitó y quedó pues prendado de las gracias de Azkalxóchitzin. Así, el soberano ordenó discretamente a sus sirvientes dar muerte a Cuacuauhtzin para conseguir desposar a la que era prometida del hombre en cuestión; fue pues mandado a la guerra contra los Tlaxcaltecas (que, dicho sea de paso, eran guerreros implacablemente sanguinarios).

Poco más tarde, como podrás suponer, estimado Cibernauta, Nezahualcóyotl logró hacer suya a la princesa Azcalxóchitzin. Sin embargo, antes de morir, Cuacuauhtzin compuso un canto triste, conociendo bien la traición de la estaba por ser víctima, dando como resultado la única obra de él que ha llegado hasta nuestros días.


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