Dos niños raros que dan a este libro un toque escalofriante, por la pluma del germano Wilhem Busch (1832-1908) a finales del siglo XIX. Una obra muy peculiar que en su momento fue una desarrollada función de renovadores presupuestos literarios y estéticos [*a nadie le importa, escribe algo bueno o cambia la entrada*] (ya cállate, bien que te gusta el libro) [O_O]... como decía, se trata de una obra escrita en versos, pero sin más preámbulos, he aquí una pequeña muestra:
Primera travesura
Muchos de nuestros iguales
se afanan en sus corrales:
porque las aves dan huevos
que nos dejan como nuevos,
porque además bien asadas
nos saben que ni pintadas,
y porque todo el plumaje
que ellas tienen como traje,
metido en un edredón,
sirve de calefacción.
La viuda Bolte sabía
muy bien esa letanía.
Tenía un gallo y tres gallinas
envidia de sus vecinas.
Max y Moritz se enteraron
y una malicia tramaron.
Para su perverso plan
consiguen primero un pan.
Parten la barra en dos pares
similares a pulgares.
Luego, los atan cruzados
con unos hilos tensados.
Y finalmente los llevan
donde las aves los vean.
El gallo, que ve el invento,
llama a todo el regimiento.
Las gallinas, al reclamo,
acuden al que es su amo.
Con un desmedido afán
se meriendan todo el pan.
Pasado el feliz momento,
ahora comienza el tormento.
Enganchadas como están,
por más que tiren, no hay plan.
Prueban revoloteando,
pero más se van liando.
En medio de sus torturas
se elevan a las alturas
y de una rama sin ojas
se quedan colgando, flojas.
Faltándoles ya el aliento,
aún nos dan un alimento.
La viuda, desde el colchón,
oye la lamentación.
Sale al patio y se tropieza
con esa trágica pieza.
Lamentando el infortunio
de lo que era su pecunio,
llora ante el manzano seco
sin encontrar ningún eco.
Toma luego su cuchillo
y corta el malvado hilillo
y, entre tamañas llantinas,
van callendo las gallinas.
Aún es la congoja fina
cuando vuelve a su cocina.
---------
Hasta quí una travesura,
sólo que lo malo dura.
.
.
.
Y así, son en total siete travesuras con un final un ambiente un tanto cuanto escalofriante, pero para verlo por tí mismo, lee las otras travesuras.
Primera travesura
Muchos de nuestros iguales
se afanan en sus corrales:
porque las aves dan huevos
que nos dejan como nuevos,
porque además bien asadas
nos saben que ni pintadas,
y porque todo el plumaje
que ellas tienen como traje,
metido en un edredón,
sirve de calefacción.
La viuda Bolte sabía
muy bien esa letanía.
Tenía un gallo y tres gallinas
envidia de sus vecinas.
Max y Moritz se enteraron
y una malicia tramaron.
Para su perverso plan
consiguen primero un pan.
Parten la barra en dos pares
similares a pulgares.
Luego, los atan cruzados
con unos hilos tensados.
Y finalmente los llevan
donde las aves los vean.
El gallo, que ve el invento,
llama a todo el regimiento.
Las gallinas, al reclamo,
acuden al que es su amo.
Con un desmedido afán
se meriendan todo el pan.
Pasado el feliz momento,
ahora comienza el tormento.
Enganchadas como están,
por más que tiren, no hay plan.
Prueban revoloteando,
pero más se van liando.
En medio de sus torturas
se elevan a las alturas
y de una rama sin ojas
se quedan colgando, flojas.
Faltándoles ya el aliento,
aún nos dan un alimento.
La viuda, desde el colchón,
oye la lamentación.
Sale al patio y se tropieza
con esa trágica pieza.
Lamentando el infortunio
de lo que era su pecunio,
llora ante el manzano seco
sin encontrar ningún eco.
Toma luego su cuchillo
y corta el malvado hilillo
y, entre tamañas llantinas,
van callendo las gallinas.
Aún es la congoja fina
cuando vuelve a su cocina.
---------
Hasta quí una travesura,
sólo que lo malo dura.
.
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Y así, son en total siete travesuras con un final un ambiente un tanto cuanto escalofriante, pero para verlo por tí mismo, lee las otras travesuras.
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