domingo, 7 de marzo de 2010 | By: Syan

La isla del hada

Oscuros valles y sombreados ríos
y bosques de aspecto brumoso,
cuyas formas no pueden definirse,
pues las lágrimas al caer sobre todo
forman vastas lunas que crecen y menguan
una vez, otra vez y otra,
en todos los momentos de la noche,
cambiando siempre de lugar
y apagando la luz de la luna
con el aliento de sus pálidos rostros,
casi a las doce de la noche,
una más peculiar que el resto,
de un orden que en una prueba
ellas han hallado que era la mejor,
desciende, desciende tranquila
con su centro sobre la cresta
de una eminente montaña
en tanto que su amplia circunferencia
cae en gracioso ropaje
sobre las aldeas, sobre los zaguanes.
En todas partes pueden ellas estar:
sobre los misteriosos bosques, sobre el mar,
sobre los espíritus alados,
sobre todo ser soñoliento,
y también sobre los enterrados,
es un laberinto de luz.
Y entonces ¡Qué profundo!, ¡oh, profundidad!;
Es la pasión de su sueño.
Por la mañana se levantan
y su velo lunático
se remonta en los cielos
mientras se agitan con la tempestad
como cualquier otra cosa
o con un albatros amarillo.
Sólo emplean a noche
para un único fin;
Es decir; una tentación
que yo juzgo extravagante
sin embargo sus átomos
en un aguacero se separan
y de los cuales aquellas mariposas
de la tierra que buscan los cielos
y así al bajar de nuevo
(¡Seres nunca satisfechos!)
Han traídos un espécimen
sobre sus alas trémulas.

E. Allan Poe.

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